domingo, 2 de noviembre de 2008

Nota a los lectores

El presente blog se encuentra aún en construcción.

Se trata de la segunda parte de mi blog original: "El ultimo samurai bancario", que podeis leer en http://www.elultimosamuraibancario.blogspot.com

A la conclusión de éste, el mismo será continuado en "Diario de un samurai bancario", que es el blog donde habeis venido a parar.

Muchas gracias por la visita.

domingo, 27 de julio de 2008

El primer amor

La vida tiene esas cosas que uno no entiende. Decía mi madre y el médico que me atendía, que mis antecesores me habían dejado en herencia la imposibilidad de desarrollar el puente en ambos pies. Aquello suponía un enorme dolor en mis pies que no se corregía ni con aquellas malditas plantillas, además de la incomodidad que era recordada por otro lado por el resto de niños al llamarme pies planos, cosa que desde aquí me niego a aceptar una vez más.
La solución fue pasar por quirófano, lo cual me dejó seis meses postrado en una cama. Yo tenía 5 años y parecía que aquel sería el momento ideal para realizarlo. Pero me propuse no perder un curso y seguir con mis compañeros del parbulario. Me costó mucho trabajo, ya que me incorporé al curso en febrero. Leía más lento, me costaba más sumar y restar y de los trabajos manuales mejor ni hablamos. Pero entre tanta dificultad y aprendiendo de nuevo a caminar, se acercó a mi aquella chica, Mónica. Era con diferencia la niña más guapa de la clase y no entendía por qué hablaba conmigo si yo era el único niño de la clase que no podía jugar al fútbol y meter goles. Al poco tiempo, tras compartir recreos y horas de autobús, nos hicimos novios. O eso decíamos nosotros. El primer beso me lo dio en la mejilla cuando ya se estaba acabando el curso, y todo ello después de insistir durante todo el trayecto a casa, ya que ella se moría de vergüenza.

El amor a esa edad es muy bonito. Está ajeno a toda clase de problemas e inquietudes y son sentimientos en estado puro, sin intereses ni reproches. Al final aprobamos el curso y pasamos a 2º de EGB. Durante aquel verano ni hablamos, total para qué, nos esperaríamos a septiembre. Cuando regresamos a clase retomamos nuestra "relación". Seguíamos compartiendo recreos y trayectos de autobús junto con el resto de amigos, sólo que todos sabían que ambos eramos "novios" .
El curso acabó y ambos aprobamos. A mi me costó mucho más trabajo, ya que acarreaba el retraso del año anterior. Al siguiente curso volvimos a coincidir, y fue una suerte ya que en aquel año la clase se desdobló. No entendía por qué ni la forma en la que se había llevado a cabo el reparto. Ahora me doy cuenta que los niños escolarmente más rezagados fueron a mi clase y el resto a la otra. Pero error!! Yo me había pasado el verano estudiando y aprendiendo cosas nuevas. Como a mi hermana le habían quedado 2 asignaturas, mi madre decidió que yo también debía ir a las clases de verano. Iba por libre y todos me ponían a leer, hacer cuentas y escribir. Tanto aprendí que me acostumbré a la lectura, el estudio y me convertí en el más rápido en matemáticas. Una subida de nivel que nadie se ocupó de testificar a la hora de hacer el corte. Y claro, era el más destacado de la clase con diferencia. Hasta había aprendido a hacer fracciones durante aquel verano.

Pero en el "amor" las cosas cambiaron. No sé muy bien por qué, Mónica empezó a pensar que era muy joven para tener novio, y razones no le faltaban. Aconsejada por sus amigas, decidió separarse y dejar atrás la relación y claro, yo no entendía nada. Aquel verano incluso nos habíamos llamado dos veces por teléfono y escrito una carta. ¿Acaso no era suficiente? De nada sirvieron las notas de amor que le escribía, tan sólo para que me devolviera algunas y me costara un castigo otras, las que llegaban a la mesa de la profesora. En fin, aprendí que el amor tiene esas cosas. Igual que viene se va y no puedes retener a una persona en contra de su voluntad. Es más, como aparece en un diálogo de la película "Una proposición Indecente": "Si quieres a alguien, déjalo en libertad. Si no regresa, es que nunca te perteneció. Si vuelve, será tuyo para siempre", o algo así. Ella no regresó, normal. Tampoco a eso se le puede llamar amor, pero si lo recuerdo con la sensación de ser algo especial que queda en el recuerdo para siempre.
Coincidencias de la vida, años más tarde tuvimos un amigo en común y lo último que sé de ella es de principios de los 90. Se había marchado a Atlanta y allí se había casado con un norteamericano. Sólo espero y deseo que sea feliz.

Historias de los tres años

Cuando uno se pone a recodar la niñez siempre se acuerda de la figura del padre y de la madre. En mi caso, recuerdo a mi madre y algunos destellos de mi padre. Y digo destellos porque a los 3 años no te da tiempo a recordar muchas cosas. Recuerdo aquella vez que le tiré un bocado a mi hermana en el hombro de tal calibre, que incluso le ocasione sangre . Acto seguido, tras escuchar mi madre los chillidos de mi hermana, se encargó de hacerme recordar físicamente que a mi hermana no debía tirarle bocados. Al mediodía llegó mi padre y en el almuerzo ella le contó lo ocurrido. De forma muy seria me preguntó por qué había hecho eso, a lo que yo le expliqué que mi hermana no me había hecho caso mientras le hablaba, habiéndose ésta tapado los oídos mientras decía: "¡No te escucho, no te escucho!" Al fin y al cabo estaba legitimado para hacer aquello, no entendía la reacción de mi madre. Aunque el tiempo me enseñó que aquella no era forma de arreglar las cosas cuando los demás no te escuchan.

También recuerdo aquel día en el campo. Mis padres tenían un Seat 600 con el que íbamos a todos lados y tocó ir al campo. Comenzamos a pasear entre los árboles, significando para mí un paseo inmenso. De repente vimos otro Seat 600 de idéntico color al nuestro abandonado entre unos matorrales, lo que aprovechó mi padre para decir que aquel coche era el nuestro y que ya no podriamos volver a casa. Mi reacción fue ponerme a llorar. ¿Qué seria de mi vida desde ese momento? Moriríamos en aquel bosque sin remedio. Las risas del resto de la familia no se hicieron esperar y tan sólo la voz dulce de mi abuela explicándome que aquél no era nuestro coche me calmaron.

Otro día que no se me olvidará fue durante una comida en una venta a las afueras de Málaga. Acabábamos de comer y me marché a los columpios. Estaba jugando en uno de ellos cuando se acercó a mí otro niño intentando tomar mi sitio, a lo cual reaccioné tomando una posición defensiva que me llevaría a preservar mi momento de ocio. En esto llegó mi padre cogiéndome por la espalda y diciéndome: "Vamos gallito de pelea". ¿Qué estaba haciendo? Yo era capaz de defender mi columpio solo y además, ¿qué había querido decir con aquello? ¿Acaso no eran los gallos los machos de las gallinas? ¿Y de pelea? Pero si los gallos sólo se encargaban de despertar a los humanos! Con el tiempo aprendí el significado de aquellas palabras.

Por último, me acuerdo de aquel último día. Acabó de almorzar y se marchó. Ya no volvió más y en su lugar aquella noche vinieron mis abuelos. Mi madre abrió la puerta, yo estaba tras ella y vi a mis abuelos con lágrimas en los ojos. Lo demás fue una escena triste entre llantos en la que no entendía nada. Sólo quería ver a mis padres, y él nunca volvió. Semanas más tarde le pedía a mi abuelo que trajera un martillo para romper aquella lápida tras la cual estaba él. Quería sacarlo de allí. Pero nunca lo traía y con el tiempo comprendí que ya no regresaría.

La vida está llena de momentos inevitablemente tristes que afectan a todos, independientemente de la edad que tengas. No es fácil afrontarlos y nadie te sabe responder a muchas preguntas. La respuesta de que Dios se lleva a los que son buenos llega un momento en que ni la entiendes ni la quieres volver a escuchar. ¿Acaso no le necesitaba yo más? Pese a todo me quedo con los tres momentos descritos, con todos los que no recuerdo y con el saber que aunque se fue pronto, mi padre siempre ha estado conmigo, ayudándome, desde algún lugar en el que siempre encuentran refugio las almas de las buenas personas como él.

Estés donde estés, siempre estarás conmigo. No recuerdo si te lo dije, estoy seguro que si, pero ahora te escribo que siempre te querré, papá.

viernes, 25 de julio de 2008

Presentación

Hola a todos. Bienvenidos a mi blog.

Hoy estamos a finales de Junio del año 2.002. Mi nombre es アンドレス (se pronuncia Anzuresu) y me encuentro sentado en estos momentos en el despacho de mi oficina bancaria, en la que intento ejercer de Director. Y digo intento porque la situación es un poco atípica. Masako, la anterior Directora de esta sucursal, se marchó hace escasas fechas y desde entonces compartía la Dirección con Hanako, mi compañera y apoderada. Una Dirección bicéfala que no beneficiaba a nadie, hasta que el Director comercial, Arturo, decidió que fuese yo el interlocutor ante él. Pero ojo, sólo el interlocutor. A día de hoy nadie me ha dicho que sea o vaya a ser el Director de esta oficina. Una situación un tanto atípica. Se me pide, se me exige pero sin esperar nada a cambio. Como la amante que espera mantener el tono alto, a expensas que su pareja decida abandonar a su esposa. Pero bueno, a veces el divorcio se produce. Aunque sólo a veces, es verdad.

Y como iba diciendo, aquí me encuentro sentado pensando en qué carajos se va a convertir mi vida. Una vida que aunque no ha sido fácil tampoco la cambiaría por nada. Si es que tuviera la posibilidad de cambiarla. Nací en Málaga, una ciudad al sur de España, en el año 1972, tengo por tanto 29 años, en breve 30. Cogí el sarampión el mismo día en que falleció el Generalísimo. Yo demasiado pequeño aún, no entendía nada de lo que ocurría a mi alrededor, y lo único que entendía eran los picores que me daban aquellos malditos granos y la machacona insistencia de mi madre para que no me rascara. Escuchaba el disco de "Pipi Calzaslargas" mientras el resto de los mayores estaban totalmente preocupados viendo la televisión, en la que aparecía un señor con muchas orejas hablando. ¿Acaso había algo más importante que mis picores? Con el tiempo aprendí que sí lo había. Después de aquello falleció mi padre. Yo tenía 3 años y aún lo recuerdo. A los 6 años tuve mi primer amor. La conocí justo después de estar convaleciente de una operación en el pie izquierdo que me dejó seis meses sentado sin poderme mover. Corría 1º de EGB y me duró hasta mediados de 3º. Que ruptura más dura!!! Pronto conocí los caprichos del amor.

Pero el tiempo todo lo cura, salvo los pies de los niños. Tenía 10 años y tuve que entrar en quirófano de nuevo, esta vez por el pie derecho. Con esa edad ya aprendí que la salud es importante y la falta de ella te puede hacer depender de factores que no controlas. Lección aprendida, salvo un lapsus a los 13 años que me llevó a una pelea brutal que casi me cuesta la vida de una paliza. Perdí el conocimiento y el día siguiente de aquello está borrado en mi vida. No lo viví. Es como si nunca hubiese amanecido para mi. Casi perdí la vida, aunque gané el respeto de los compañeros. Triste forma de ganarlo, poniendo tanto en juego.

Estudié en un colegio privado, del que debí salir en ese momento. Fue un error continuar allí. La capacidad económica de mi familia era muy limitada, y tan sólo el pago de las facturas por parte de la antigua empresa de mi padre posibilitaba la estancia en aquel centro. Ahora pienso que fue un error. Uno no se educa bien con niños de diferente estatus económico, y menos a una edad en la que las personas son lo más dañina posible sin tener remordimiento alguno.

Pese a todo cursé allí el bachillerato, tratando de encontrarme a mi mismo y de elegir el rumbo que quería que tomase mi vida. En aquellos momentos la vida para mí tenía más puertas cerradas que abiertas, pero con ello aprendí una nueva lección y es que en la vida no siempre se te abren todas las puertas, más bien las tienes que abrir tú.

Aprobé todo a la primera y entré en la Facultad de Económicas de Málaga. ¿Por qué en Económicas? No sé contestar a esa pregunta. Fue una decisión intuitiva y que decidí a última hora, dejando a un lado la que había sido mi gran pasión hasta entonces: la Historia. Era mi hobby; fechas, datos, batallas, la historia era una fuente de conocimientos que me llevaba a devorar los libros de esta materia. Pero con la Historia no se comía, o al menos eso pensaba yo. Gran error, al final te das cuenta que lo más importante eres tu mismo, y creer en tus posibilidades, sea en la materia que sea. La oferta no importa lo grande o pequeña que sea si al final eres el mejor, y de eso ya me tocó aprender bastante durante la época de Universidad. En casa, dada la situación económica, lo tenían claro: o te sacas los estudios con la beca estatal o debes renunciar a continuar los estudios. No había más. Pero lo conseguí y acabé mi carrera ayudado por las becas.

Difícil reto, pero lo que se avecinaba después era peor. Un mercado laboral en recesión y que demandaba experiencia, que claro, no te daban los estudios universitarios. Pese a todo no me desanimé y antes de concluir ya estaba trabajando. ¿Dónde? En una empresa de "Servicios Financieros", que era lo que ponía en el anuncio. En verdad se trataba de una compañía de seguros, aunque no me di cuenta de ello hasta que después de 10 días de formación llegue un lunes para empezar a trabajar. Amaneció lluvioso, el día no invitaba a salir de casa, pero era el día de mi estreno profesional. Al llegar, mi jefe de equipo me dio las páginas amarillas y me dijo: "Toma, comienza a llamar por el sector que prefieras". Se me vino el mundo encima. No me gustaba la venta, no era eso en lo que quería trabajar. Me armé de moral y a llamar. Fui el primero en salir a visitar y el primero en formalizar un contrato. Mi primer sueldo: 25.000 pesetas a cuenta de comisiones, que ya empecé a devolver el primer mes. Mi jefe Carlos estaba orgulloso de mi. Pensaba que llegaría lejos. Gracias Carlos por confiar en mi.

A partir de ahí, la primera decepción profesional. La compañía de seguros cerró las puertas de la oficina. Todos a la calle. Se deshacía de todo el canal de distribución. A algunos, incluido yo, le ofrecieron continuar en solitario. Lo acepté y tuve que aprender en el mundo de las ventas a base de tortas, de forma autodidacta. Difícil pero gratificante cuando consigues triunfar. Y lo conseguí. Pero llega un punto en el que valoras otras cosas. Cuando aquellos clientes tuvieron un accidente de tráfico y no tuvieron el respaldo de la compañía a la que yo representaba, me di cuenta que el mundo comercial era tan sólo una valoración de costes y beneficios. No era lo que yo pensaba. Me defraudó. Vendí la cartera de seguros que poseía y vine aquí, al Banco W.

Este desconocido banco estaba especializado en el mundo hipotecario. Sería el momento de mi asentamiento definitivo. Pero eso es una larga historia a contar. Ya lo iremos viendo.