viernes, 25 de julio de 2008

Presentación

Hola a todos. Bienvenidos a mi blog.

Hoy estamos a finales de Junio del año 2.002. Mi nombre es アンドレス (se pronuncia Anzuresu) y me encuentro sentado en estos momentos en el despacho de mi oficina bancaria, en la que intento ejercer de Director. Y digo intento porque la situación es un poco atípica. Masako, la anterior Directora de esta sucursal, se marchó hace escasas fechas y desde entonces compartía la Dirección con Hanako, mi compañera y apoderada. Una Dirección bicéfala que no beneficiaba a nadie, hasta que el Director comercial, Arturo, decidió que fuese yo el interlocutor ante él. Pero ojo, sólo el interlocutor. A día de hoy nadie me ha dicho que sea o vaya a ser el Director de esta oficina. Una situación un tanto atípica. Se me pide, se me exige pero sin esperar nada a cambio. Como la amante que espera mantener el tono alto, a expensas que su pareja decida abandonar a su esposa. Pero bueno, a veces el divorcio se produce. Aunque sólo a veces, es verdad.

Y como iba diciendo, aquí me encuentro sentado pensando en qué carajos se va a convertir mi vida. Una vida que aunque no ha sido fácil tampoco la cambiaría por nada. Si es que tuviera la posibilidad de cambiarla. Nací en Málaga, una ciudad al sur de España, en el año 1972, tengo por tanto 29 años, en breve 30. Cogí el sarampión el mismo día en que falleció el Generalísimo. Yo demasiado pequeño aún, no entendía nada de lo que ocurría a mi alrededor, y lo único que entendía eran los picores que me daban aquellos malditos granos y la machacona insistencia de mi madre para que no me rascara. Escuchaba el disco de "Pipi Calzaslargas" mientras el resto de los mayores estaban totalmente preocupados viendo la televisión, en la que aparecía un señor con muchas orejas hablando. ¿Acaso había algo más importante que mis picores? Con el tiempo aprendí que sí lo había. Después de aquello falleció mi padre. Yo tenía 3 años y aún lo recuerdo. A los 6 años tuve mi primer amor. La conocí justo después de estar convaleciente de una operación en el pie izquierdo que me dejó seis meses sentado sin poderme mover. Corría 1º de EGB y me duró hasta mediados de 3º. Que ruptura más dura!!! Pronto conocí los caprichos del amor.

Pero el tiempo todo lo cura, salvo los pies de los niños. Tenía 10 años y tuve que entrar en quirófano de nuevo, esta vez por el pie derecho. Con esa edad ya aprendí que la salud es importante y la falta de ella te puede hacer depender de factores que no controlas. Lección aprendida, salvo un lapsus a los 13 años que me llevó a una pelea brutal que casi me cuesta la vida de una paliza. Perdí el conocimiento y el día siguiente de aquello está borrado en mi vida. No lo viví. Es como si nunca hubiese amanecido para mi. Casi perdí la vida, aunque gané el respeto de los compañeros. Triste forma de ganarlo, poniendo tanto en juego.

Estudié en un colegio privado, del que debí salir en ese momento. Fue un error continuar allí. La capacidad económica de mi familia era muy limitada, y tan sólo el pago de las facturas por parte de la antigua empresa de mi padre posibilitaba la estancia en aquel centro. Ahora pienso que fue un error. Uno no se educa bien con niños de diferente estatus económico, y menos a una edad en la que las personas son lo más dañina posible sin tener remordimiento alguno.

Pese a todo cursé allí el bachillerato, tratando de encontrarme a mi mismo y de elegir el rumbo que quería que tomase mi vida. En aquellos momentos la vida para mí tenía más puertas cerradas que abiertas, pero con ello aprendí una nueva lección y es que en la vida no siempre se te abren todas las puertas, más bien las tienes que abrir tú.

Aprobé todo a la primera y entré en la Facultad de Económicas de Málaga. ¿Por qué en Económicas? No sé contestar a esa pregunta. Fue una decisión intuitiva y que decidí a última hora, dejando a un lado la que había sido mi gran pasión hasta entonces: la Historia. Era mi hobby; fechas, datos, batallas, la historia era una fuente de conocimientos que me llevaba a devorar los libros de esta materia. Pero con la Historia no se comía, o al menos eso pensaba yo. Gran error, al final te das cuenta que lo más importante eres tu mismo, y creer en tus posibilidades, sea en la materia que sea. La oferta no importa lo grande o pequeña que sea si al final eres el mejor, y de eso ya me tocó aprender bastante durante la época de Universidad. En casa, dada la situación económica, lo tenían claro: o te sacas los estudios con la beca estatal o debes renunciar a continuar los estudios. No había más. Pero lo conseguí y acabé mi carrera ayudado por las becas.

Difícil reto, pero lo que se avecinaba después era peor. Un mercado laboral en recesión y que demandaba experiencia, que claro, no te daban los estudios universitarios. Pese a todo no me desanimé y antes de concluir ya estaba trabajando. ¿Dónde? En una empresa de "Servicios Financieros", que era lo que ponía en el anuncio. En verdad se trataba de una compañía de seguros, aunque no me di cuenta de ello hasta que después de 10 días de formación llegue un lunes para empezar a trabajar. Amaneció lluvioso, el día no invitaba a salir de casa, pero era el día de mi estreno profesional. Al llegar, mi jefe de equipo me dio las páginas amarillas y me dijo: "Toma, comienza a llamar por el sector que prefieras". Se me vino el mundo encima. No me gustaba la venta, no era eso en lo que quería trabajar. Me armé de moral y a llamar. Fui el primero en salir a visitar y el primero en formalizar un contrato. Mi primer sueldo: 25.000 pesetas a cuenta de comisiones, que ya empecé a devolver el primer mes. Mi jefe Carlos estaba orgulloso de mi. Pensaba que llegaría lejos. Gracias Carlos por confiar en mi.

A partir de ahí, la primera decepción profesional. La compañía de seguros cerró las puertas de la oficina. Todos a la calle. Se deshacía de todo el canal de distribución. A algunos, incluido yo, le ofrecieron continuar en solitario. Lo acepté y tuve que aprender en el mundo de las ventas a base de tortas, de forma autodidacta. Difícil pero gratificante cuando consigues triunfar. Y lo conseguí. Pero llega un punto en el que valoras otras cosas. Cuando aquellos clientes tuvieron un accidente de tráfico y no tuvieron el respaldo de la compañía a la que yo representaba, me di cuenta que el mundo comercial era tan sólo una valoración de costes y beneficios. No era lo que yo pensaba. Me defraudó. Vendí la cartera de seguros que poseía y vine aquí, al Banco W.

Este desconocido banco estaba especializado en el mundo hipotecario. Sería el momento de mi asentamiento definitivo. Pero eso es una larga historia a contar. Ya lo iremos viendo.

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